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Muñeca Rusa (Russian Doll), La Serie Sorpresa de Netflix. La Crítica

Dentro de los continuos estrenos de Netflix, resulta difícil destacar. Si tu protagonista y creadora además no es especialmente conocida, la cosa se complica. Más cuando la propia plataforma, que llena carteles de autobuses con algunos de sus estrenos, aunque sean de ínfima calidad (léase Elite), pasa de promocionarte. Sin embargo, en la era de Internet, la recepción de crítica y público es bastante más determinante que el marketing de toda la vida. Es el caso de Muñeca Rusa, que comparte problema con The Marvelous Mrs. Maisel a la hora de atrapar por su título. Así que esta aparente modesta propuesta ha terminado destacando entre la amalgama de estrenos por su calidad. Vista la temporada entera, os intentaré explicar por qué se lo merece, y mucho. 

Muñeca Rusa (Russian Doll)

Lo primero que hay que destacar es que no es una comedia como intentan venderla de una manera simplona. Que tenga momentos divertidos, que los tiene, no la hace por defecto una sitcom. También tiene momentos tristes, dramáticos y emocionantes. Como la vida misma. La protagonista, Nadia (Natasha Lyonne), se da cuenta de que, en el día que celebra su cumpleaños por todo lo alto, muere. Y enseguida revive, volviendo una y otra vez al momento en que se encuentra frente al espejo del baño. 

No hace falta buscar a la actriz y creadora para saber que proviene del mundo de los monólogos de comedia. Su personaje no es nuevo: la cínica mujer descreída de todo y alérgica al compromiso. Si bien es complicado no caer en la repelencia o el exceso con este tipo de personaje, Natasha consigue bordear el límite con maestría. Si bien pudiera parecer a primera vista una glorificación de los malos hábitos, los excesos y del individualismo por encima de las ideas más tradicionales, como algún espectador despistado ha parecido entender, esta serie es más original que eso. De hecho, la actriz protagonista ni siquiera bebe, y es pareja en la vida real del exnovio de su personaje en la serie. 

Natasha Lyonne

A lo largo de ocho agradecidos episodios que no alcanzan la media hora de duración, Russian Doll corrige dos de los mayores errores de las series Netflix: exceso de capítulos y de la duración de estos. Si bien la idea de repetir el mismo día no es algo precisamente nuevo, lo hacen bastante bien. Sencillamente, Nadia puede irse moviendo, evitando la monotonía que supondría ir repitiendo una y otra vez los mismos escenarios o personajes. La protagonista va intentando averiguar qué es lo que le sucede, intentando jugar con las opciones que se va encontrando, y tirando de las ocurrencias que todos podríamos tener. Nadia sabe que el tiempo no es infinito y que debe salir del bucle en el que está metida. Esto lleva a ir profundizando en el personaje, a explicarnos el por qué de su comportamiento de una manera factible. 

Russian Doll corrige dos de los mayores errores de las series Netflix: exceso de capítulos y de la duración de estos


Donde más acierta la serie es en buscarle compañeros de viaje con los que no habría siquiera entablado conversación en su vida cotidiana, para demostrar que todos podemos establecer un vínculo. Y que esto es bastante mejor que ir de juerga en juerga. Russian Doll es la perfecta serie para ver del tirón, el famoso binge-watching. Tiene risas, personajes con los que puedes empatizar, te hace pensar, y ofrece una visión optimista de la vida sin adoctrinar. Me ha conseguido emocionar con sus personajes más que otras series de muchas más horas. Esta muy bien rodada y no necesita dar más de lo que ofrece. Parecer ser que las creadoras ya tienen ideas para una segunda temporada. Yo les pediría que siguieran pensando un poco más y ofrecieran otra cosa. Como espectadores necesitamos este tipo de series que empiezan y terminan en una temporada breve, y punto. Entiendo que el negocio manda y que debe ser difícil, pero creo que Russian Doll, y quienes la hemos disfrutado tanto, nos merecemos ese respeto. De momento, os la recomiendo encarecidamente. No os defraudará.

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