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JOHN CARTER, LA CRÍTICA

Antes de comenzar a hacer un repaso a nuestras impresiones de la película de John Carter habría que dejar claro una serie de puntos. En primer lugar hay que decir que la labor de criticar una película o una serie tiene mucho de subjetivo, equilibrado con ciertas dosis de objetividad en cuanto a ciertas normas básicas de estilo, factura técnica y contexto social del producto que se pretende reseñar. La subjetividad del crítico está impuesta por su bagaje cultural así como por sus propios y lógicos gustos e inclinaciones personales. De esta manera, una película como John Carter está cosechando críticas extremadamente positivas y radicalmente negativas por igual. Podría decirse que este film o te fascina o lo aborreces, según he podido constatar en las críticas que he leído tras ver la película, nunca antes porque no me gusta ir condicionado.

Quien sea seguidor de la ciencia ficción estará al día del personaje de John Carter, el genial personaje surgido de la imaginación del norteamericano Edgar Rice Burroughs. Las novelas del ciclo de Barsoom de las que Carter es absoluto protagonista han alcanzado la venerable edad de 100 años desde que se publicaron por vez primera, por lo que no debería extrañarnos que de una manera u otra hayan influido en generaciones posteriores de escritores y cineastas. Y ese es uno de los principales retos que debe afrontar esta película, la sensación de estar ante un espectáculo ya visto muchas veces. El hándicap con el que el director Andrew Stanton (Wall-E) en su debut en un largometraje de imagen real ha sido desde el primer momento lidiar con las odiosas comparaciones con otras películas de ciencia ficción y aventuras como la saga Star Wars o, más injustamente, con la anodina Príncipe de Persia.

Quien vea John Carter y no tenga en cuanta que las novelas de Burroughs han servido de inspiración a artistas como Alex Raymond y su genial Flash Gordon o a George Lucas y su Guerra de las Galaxias le parecerá que está ante una copia descarada de aquellas historias y personajes, pero no es así. Es más, viendo la película de Stanton he sentido que el realizador ha querido homenajear en ciertos momentos a otras joyas del cine, más que copiarlas, como por ejemplo ese monólogo en primer plano de la princesa Dejah Thoris mirando a cámara en el que no podía dejar de recordar al famoso comienzo de Dune, con la princesa Irulan Corrino poniéndonos de manera genial en antecedentes de lo que íbamos a ver a continuación. Lo que otros muchos en sus críticas han visto como copias descaradas de otras películas yo he visto por parte de Stanton un intento de ser fiel al personaje, a pesar de ser consciente que injustamente muchos lo iban a tachar de plagiador: las escenas de John Carter sobre el aparato volador y las luchas de las barcazas volantes (El Retorno del Jedi), la lucha contra los monos blancos (El Ataque de los Clones) y otros tantos elementos de la rica mitología creada por Burroughs.

DEJAH THORIS: PRINCESA, GUERRERA Y CIENTÍFICA

 
La película, a pesar de su duración, no aburre en ningún momento y a su término quedas con esa extraña sensación, cada vez menos habitual en los tiempos que corren, que el espectáculo te ha sabido a a poco, que quieres más. Stanton ha sabido concentrar en los 132 minutos de duración del film el primero de los libros de la saga de Barsoom, Una Princesa de Marte, título que es repetido en varias ocasiones significativamente durante la película. La película, más que ciencia ficción, es fantasía, y de la buena, un espectáculo visual con regusto añejo, pero de ese que te deja un agradable sabor en la boca. En algunos momentos me parecía haber vuelto a los 80´s y estar ante una de aquellas producciones de Dino de Laurentiis como Dune, Conan el Destructor o Barbarella, cuando los decorados eran decorados y no pantalla verde (aunque se que aquí también ha habido mucha pantalla verde, es lógico) y parecía que no había límites al presupuesto que podía invertirse en un film.

En cuanto a los actores, reconozco que yo mismo recelaba de Taylor Kitsch (Battleship) como protagonista, un interprete algo soso pero que, en cambio, ha sorprendido con una actuación bastante  acertada de su personaje. Quizás la elección de otro actor con más carácter y carisma habría aportado más valor al film, pero la presencia de Kitsch no ha decepcionado de todas formas. De su compañera de aventuras, la princesa Dejah Thoris, interpretada por Lynn Collins (X-Men Orígenes: Lobezno), hay que decir que se maneja bien en las escenas de acción a la vez que comparte bastante química con su réplica en la pantalla, algo muy importante en una película de estas características pues da credibilidad al conjunto. Destacar también a los villanos del film, el siempre estupendo Mark Strong (Kick-Ass) en el papel del casi omnipotente Matai Shang, y a Dominic West, como Sab Than. Entre los secundarios habría que resaltar a James Purefoy, como el fiel Kantos Kan, un actor que, cuando sale en pantalla, roba bastante plano a los demás actores, incluyendo a Taylor Kitsch

PUREFOY, QUIZÁS MÁS ADECUADO PARA HACER DE CARTER SI FUERA MÁS JOVEN

 
Otro de los frentes por los que se está atacando injustamente esta película es por sus efectos digitales. La verdad es que acostumbrado como estamos a este tipo de películas parece que casi nada nos puede sorprender, pero de ahí a decir que los CGI de John Carter son pobretones, hay un gran salto. No estamos ante un prodigio técnico como por ejemplo Avatar, de James Cameron, pero sí que vemos por todos lados el dinero invertido en la película (¿250 millones de dólares?). Lo percibimos en sus formidables naves de guerra, en la espectacular ciudad móvil de Zodanga, la recreación de los personajes digitales como los Tharks o el simpático Woola, la fiel mascota de Carter. También notamos que se ha intentado recrear los fantásticos escenarios imaginados por Burroughs sin escatimar en gastos ni meticulosidad, algo que se nota claramente. 
 
El que para rodar gran parte de los escenarios marcianos se haya echado mano de localizaciones tan impresionantes como las del desierto de Utah o Nuevo México no creo que desmerezca el resultado final que vemos en pantalla. ¿Por qué usar escenarios digitales cuando tienes a mano otros casi más espectaculares ahí al lado? Un poco de retoque digital por aquí y unas cuantas ciudadelas marcianas por allá y el resultado es fantástico. ¿Ya hemos olvidado las películas fantásticas o de ciencia ficción que han marcado nuestros gustos y que usaban espacios naturales reconocibles por todos para su ambientación? ¿Tan dependientes nos hemos vuelto de los escenarios generados digitalmente?


En definitiva, John Carter no se merece toda la publicidad negativa, injusta en su mayor parte, que se le está haciendo. La película te podrá gustar más o menos, pero como ya he señalado más arriba, otra cosa bien distinta es tirarla por los suelos infundadamente. Para alguien como yo que ha crecido rodeado de libros de ciencia ficción, cómics de superhéroes y asistiendo al estreno de films y series que han marcado a toda una generación, John Carter no puede ser vista de otra manera que como una película muy entretenida y bien facturada técnicamente, con una historia clásica y sencilla pero bien contada, como las de antes, en las que el guerrero debe rescatar a su princesa. No le busquemos los tres pies al gato intentando encontrar fallos en un film honesto y entretenido, que no busca más que despertar en un público amplio el sentido de la maravilla. Pero mucho me temo que en los tiempos que a las nuevas generaciones les ha tocado vivir, ese sentido de la maravilla se ha perdido, adormecido por la avalancha audiovisual de la que carecíamos generaciones anteriores.

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