Si buscáis en este blog alguna noticia referente a la tercera entrega de Transformers no la vais a encontrar. Vi la primera película en su día y no encontré nada en ella que me impulsara a querer ver la secuela. Michael Bay siempre me ha parecido un tipo que no hacía películas sino videoclips hipertrofiados. Tengo que admitir que en su día, cuando vi Armaggedon por primera vez, no me disgustó. Es más, me gustó lo
bastante como para comprarmela en VHS, pues me pareció que, salvando algunas incoherencias del guión, la película era muy entretenida y no estaba demasiado mal rodada.
bastante como para comprarmela en VHS, pues me pareció que, salvando algunas incoherencias del guión, la película era muy entretenida y no estaba demasiado mal rodada.
Años más tarde, la visión que tengo de Michael Bay no ha hecho más que empeorar. La incomprensión que siento hacia el fenómeno Transformers se ha traducido en la ignorancia total de las noticias generadas alrededor de la franquicia. En pocas palabras: paso de reseñar nada de Michael Bay ni de sus "transformers". Bueno, para ser sinceros, la única entrada en la que aparece un trailer de Transformers 3 la colgué hace varios días y podéis encontrarla aquí.
Las circunstancias familiares me han obligado a ir a ver Transformers: Dark of the Moon al cine. En cualquier otro caso no me habría molestado ni en alquilarla. Pero por los hijos se hace todo así que me dije: ¿por qué no fundamentar mi desprecio por semejante majadería cinematográfica? Como prueba aporto el escaneado de las entradas, no vaya a ser que algún "troll" diga que me la he bajado de internet.
ACALLANDO TROLLS |
En la película de Bay no todo es un despropósito. El dineral que se han gastado en efectos visuales se nota pues tiene escenas muy impresionantes, acumuladas sobre todo en el tramo final del film. La lucha entre las dos facciones de robots alienígenas habría resultado incluso interesante si hubiera sido contada de otra manera y por otro director, no por Michael Bay. Cada vez que me pongo a pensar en cómo hubieran dado de sí los magníficos efectos especiales de Transformers 3 en una producción más seria y honesta, me pongo enfermo.
La cinta tiene un comienzo interesante ambientado en los primeros años de la carrera espacial estadounidense, basando ésta en la premisa de un gran descubrimiento en la cara oculta de la luna. Estos primeros minutos de la película, junto a la media hora final, constituyen lo mejor del film, siendo el soporífero tramo intermedio el principal escollo de la película.
Tan pronto como se nos pone en antecedentes de lo que vendrá después se nos presenta a los protagonistas de la cinta: Sam Witwicky (Shia LaBeouf) y su novia Carly (Rosie Huntington-Whiteley). Nada más verlos aterrizar en pantalla la relación entre ambos se nos antoja completamente inverosímil. Fugazmente se nos explica cómo y dónde se conocieron, lo que nos deja aún más desconcertados. La nueva actriz "florero" no para durante toda la película de poner morritos y poses pretendidamente sexys, que dada su escasez de curvas es tarea casi imposible.
MI ÚNICO REGISTRO COMO ¿ACTRIZ? |
Dejando atrás la inverosimilitud de la relación entre los dos personajes principales hay que decir que la película se sumerge en este punto en una especie de subtrama absolutamente prescindible sobre una serie de asesinatos de científicos vinculados con la NASA y la exploración lunar. A esta trama que lastra y entorpece el desarrollo del argumento principal se le une otra en torno a un descubrimiento de un artefacto alienígena en Chernobyl. Por si fuera poco tenemos que soportar las sucesivas entrevistas de trabajo supuestamente cómicas a las que acude LaBeouf y que, todavía, no encuentro ningún sentido ni gracia.
En este punto tengo que hacer referencia a los actores secundarios. ¿Qué hacen aquí Frances McDormand, John Turturro, John Malkovich o ,incluso, Patrick Dempsey? Sin duda alguna, pagar sus facturas. El personaje que interpreta Malkovich es absolutamente prescindible para la trama y roza el ridículo en todas sus apariciones. McDormand hace de mujer fuerte que intenta apagar un incendio con vasos de agua, acosada sexualmente (y ridículamente) por un John Turturro que se pasa la película entera en silla de ruedas. Quizás el personaje menos forzado y con más sentido para la trama sea el del playboy millonario Dylan, interpretado por Patrick Dempsey, que cumple con su papel de rival del apocado y poco creíble Witwicky.
Las interpretaciones de los actores son confusas y absurdas, totalmente increíbles. Los personajes gritan mucho y su comportamiento en muchas escenas no se corresponde con lo que está ocurriendo; hay una total dejadez de la dirección de actores. Incluso los robots parecen interpretar mejor sus papeles que sus homólogos humanos.
UNA INTERPRETACIÓN IMPOSIBLE, COMO SU CHAQUETA |
Lo peor de la cinta es su excesiva duración para lo que se quiere contar. Recomiendo a Michael Bay que en la próxima de Transformers (que la habrá, no se preocupen) no incluya actores humanos, solo a los robots, lo que haría a la película infinitamente más interesante y coherente que las anteriores. Sólo en el tramo final del film vemos algo de acción, con una devastada ciudad de Chicago muy bien recreada digitalmente. Los combates son confusos pues se hace difícil distinguir a las distintas facciones de robots, como no sea por el colorido de las carrocerías. Lo que me resultaba más chocante eran las excesivamente rápidas transformaciones de los robots: en un momento vemos un coche y al segundo siguiente un robotito. Seguramente fotograma a fotograma se debe ver la transformación entre robot y cosa, con el consiguiente despilfarro de dinero invertido en efectos.
En definitiva, he de decir que me reafirmo en mi opinión sobre Transformers, esta vez fundadamente pues he debido sufrirla en el cine por imperativos familiares. No se cómo el público en general es capaz de soportar los 157 minutos de metraje de Transformers: Dark of the Moon y no lo fue con los 162 de Watchmen. ¿Cual es la diferencia? La diferencia está en que Watchmen se sostiene gracias a un guión sólido basado en una obra más sólida aún y Transformers son los desvaríos de un guionista que no sabe a dónde va. La diferencia está en la seriedad, competencia y espíritu innovador de un director como Zack Snyder y la incompetencia, torpeza y conservadurismo visual de uno como Bay. Pero quizás la diferencia más palpable y más preocupante sea el público de ambas películas, uno acomodaticio y con poco criterio y otro inteligente y con sentido del gusto.
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