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MAD MEN: ADIOS A UNA SERIE MITICA

Pues se acabó. La que para muchos es la mejor serie de la televisión, aunando perfección técnica, estilística y de guión, se ha ido para siempre. No es sin embargo Mad Men una serie de la que se esperara un final explosivo como en Breaking Bad. La cotidianidad de sus tramas, desarrolladas principalmente en las distintas oficinas que ha ocupado la empresa de publicidad, y las casas de los protagonistas, no daba para un desenlace a tiros precisamente. Sin embargo, debo reconocer que, para lo identificable de las situaciones de sus personajes, nos hemos encontrado un final bastante más feliz de lo que ha sido hasta ahora el discurrir de las vidas de los protagonistas. 


Weiner ha optado por un plácido final, consciente de que los espectadores, enamorados de sus personajes, quizás confundieran un final infeliz con un mal final. Personalmente, esperaba algo más duro, pero me conformo. En este caso, no importa mucho el último episodio, sino todos los que nos han llevado a él. Si bien me ha gustado mucho la idea de que Don ideara el famoso anuncio de Coca Cola, (Weiner ya ha confirmado esta teoría para aquellos que dudaran) la forma en la que ha llegado a esa inspiración no acaba de convencerme. Que desapareciera de repente, cuando le ha costado tanto volver a trabajar, y más ante una absorción de su empresa, sin saber cómo se tomarán esas cosas (que le pregunten a Joan) sería  más probable en otro momento, no en este. Que encima se plante en la casa de una camarera cualquiera, con lo que es este hombre para la discreción, para saber de ella, me cuadra todavía menos. Tampoco las desventuras del motel, con los veteranos de guerra, ha sido de lo mejor que hemos visto en esta serie. Por no hablar del descerebrado personaje de Stephanie, sobrina de su primera mujer, Anna, a la que ha prestado más atención que a sus propios hijos.

SI EL CÁNCER LO HA COGIDO POR FUMAR, NO DEBÍA QUEDAR NADIE VIVO

Por cierto, si bien decimos que el final ha sido feliz para casi todos (Peter recupera a su esposa y se hace muy rico, Roger se casa con una mujer de su edad, Peggy encuentra el amor a gritos (demasiados, diría yo), y Joan se convierte en una mujer de negocios, renunciando a la compañía de un hombre), no podemos decir lo mismo de las mujeres más importantes en la vida de Don: Anna, la esposa del verdadero Don Draper que tan bien se portó con él, muere de cáncer prematuramente. Rachel Menken, por la que estuvo dispuesto a dejarlo todo, muere de leucemia. Y, finalmente Betty, tiene un cáncer incurable. Más que Mad Men, Don parece Cancer Men... ¿No se salen mucho de las estadísticas estos porcentajes, señor Weiner? Yo si fuera Megan me hacía un chequeo rápido.


En cuanto a Don, parece que finalmente se conforma con su vida, la que tenía desde el principio: ser un publicista de éxito. No era tan complicado. De todas formas, nunca compartí demasiado las teorías sobre su verdadero yo, el drama y todos los calificativos rimbombantes que le atribuían desde los medios más exquisitos analizando el personaje. Lo definiría como una persona con defectos y virtudes: muy egoista, pero sin maldad en sus actos. Quizás gracias a eso le hemos perdonado todos sus errores, no muy diferentes del resto de nosotros. Don es honesto para unas cosas, deshonesto para otras. Leal con unos, pero no con otros.

Se le han criticado mucho sus continuos escarceos, como si fueran lo más importante para aquellos que no seguían la serie. Al tener muchas posibilidades a su alcance, las ha aprovechado, y más en una época tan machista, donde era bien normal tener piso en la ciudad para la querida. No sé a que venía destacar tanto esa faceta de Don. Tampoco es el primero ni el último que tiene fracasos sentimentales. A mi me ha parecido un personaje muy creíble, muy bien retratado, y muy interesante. Aunque mi favorita sea Betty, el mejor retrato que he visto jamás de una mujer infeliz.

LA ENVIDIA MUTUA QUE SENTÍAN PEGGY Y JOAN HA TERMINADO EN AMISTAD

Lo que ha significado Mad Men será difícil de igualar. No es que no haya series de gran calidad (aunque en mi opinión, Mad Men las supera), es que su impacto mediático ha sido brutal. La moda, las parodias, los premios, la crítica a sus pies, los análisis de sus episodios en los medios más prestigiosos descifrando cada parpadeo... A pesar de ello, la audiencia nunca ha sido excesiva, cultivando aún más su fama de producto exquisito. ¿Será su gran éxito entre el público lo que aleja de los premios y de una parte de la crítica a Juego de Tronos?

Es igual. Al menos la sensación de que ya poco más había que contar, conforma con que la serie terminó donde debía. Atrás quedan grandes frases que quedan en la memoria, como aquel "demasiado arte para mí" que soltó Don socarronamente ante un espectáculo de arte alternativo al que le llevó su primer ligue en pantalla. O aquella fresca que le soltó a Peggy cuando ésta le reclamó entre sollozos que nunca decía gracias, con aquel "para eso es el dinero que te pagamos". O, ya en las miserias de su divorcio de Betty, le dijo a su hija Sally, ante la maliciosa revelación que le hizo Betty de que Don ya había estado casado, de que "ya eres lo bastante mayor para saber que a tu madre no le importa hacerte daño con tal de hacerme daño a mí". Momentos que, incluso viviendo en la otra punta del mundo, y a décadas de distancia, resultan mucho más reconocibles en nuestras vidas que las de otras series que sí se las dan de hablar de la gente corriente. Pocas series hablan tanto de todos nosotros que Mad Men.


Queda el consuelo de los blu-rays. Yo los empecé a comprar cuando la serie ni siquiera se editaba en España. Pensaba que serían una gran herencia para mis hijos. Y eso que no tenía hijos. Ahora que los tengo, me enfrento a que no les interese para nada. Lo que habría ocurrido si Betty hubiera querido mostrársela a Sally... ¿Veis? Como la vida misma.

Hasta pronto Mad Men, porque si hay una serie que pienso seguir visitando, y de la que seguro descubriré más cosas cada vez, es ésta. Muchas gracias, señor Weiner

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