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Charles Dickens: 7 Tragedias que Marcaron su Vida

El tiempo pone a cada quien en su lugar, y en el caso de Charles Dickens esto es más que cierto. A pesar de la ingente competencia, sigue siendo considerado uno de los mejores novelistas de todos los tiempos. Sin embargo, he comprobado que muchas de las afirmaciones que se hacen sobre su vida en Internet no son ciertas. Es lo que tiene el clickbait, y querer adaptar ideologías actuales al pasado. Sumado a la poca cualificación, y salario, de muchos que escriben en los medios. Como humilde homenaje a este autor que me apasiona, y como ya hicimos con Julio Verne, te presento este artículo, documentado en biografías serias y profundas de Charles Dickens. Si no es la verdad exacta, al menos es lo más cerca que podemos estar de ella. 

Charles Dickens: 7 Tragedias que Marcaron su Vida


LA RELACIÓN DE DICKENS CON SU PADRE Y SU ENCARCELAMIENTO POR DEUDAS 

El padre de Charles Dickens, John Dickens, pertenecía a esa clase social que podríamos calificar de trabajadora con aspiraciones. Más aspiraciones de las que permitía su sueldo. A pesar de llegar a tener un trabajo que hoy podríamos asimilar a funcionario base, no dejaba de acumular deudas. Esto le llevó a ser encarcelado en Marshalsea cuando Dickens rondaba los doce años. Este lo visitaba regularmente, pero le suponía una vergüenza extrema. A esto, se sumó la penuria económica que asoló a su familia a causa del encarcelamiento del padre de familia. 

El miedo a la pobreza marcó la vida de Charles Dickens y determinó su deseo de triunfar como escritor popular y de proteger sus derechos de autor. Sin embargo, a pesar de ser un hombre honesto y trabajador, y poder ayudar a su familia con su éxito, esta no dejaba de aprovecharse. Alquiló una casa a sus padres y les asignó una renta decente. Esto no evitó que su padre siguiera firmando cheques a nombre de su famoso hijo, lo que lo enfurecía tremendamente. Finalmente, John Dickens falleció, tras sobrevivir unos días a una operación médica de cálculos renales que hoy calificaríamos de carnicería, pero era lo que había en 1851. Dickens, a pesar de todo, sintió pena por él.

TENER QUE TRABAJAR DE NIÑO EN UNA EMPRESA DE BETÚN

Derivó del encarcelamiento de su padre que Charles Dickens pasara de una infancia relativamente acomodada a la miseria. Por tanto, siendo el mayor de los hermanos, su madre lo metió en una fábrica de betún a trabajar unas doce horas al día. A la personalidad orgullosa e inteligente de Dickens aquello le traumatizó tanto que apenas pudo de hablar del tema una vez adulto. No se sabe con exactitud cuánto tiempo fue, pero se cree que fue entre seis meses y un año. A un trabajo repetitivo, aunque se dedicó a él como el que más por su sentido del deber, se unió el tener que vivir solo en una habitación alquilada. Una experiencia que le marcó a él y a su obra. Su padre, ya libre, lo sacó de allí, pero con más orgullo que fondos. Sin duda una experiencia reflejada en su obra favorita y más personal, David Copperfield.

Dickens leyendo a sus hijas


LA MUERTE DE SU CUÑADA, MARY HOGARTH

Resulta curioso indagando acerca de Dickens que el miembro de la familia Hogarth que menos gustaba al autor fuera probablemente su esposa Catherine. La dulce Mary tenía catorce años cuando se convirtió en la carabina de él y su hermana Catherine durante el noviazgo. La chica era la encarnación de lo que en su época se entendía por mujer ideal: inocente, virginal, alegre, dulce, bondadosa en extremo, bonita, femenina... Ambos tenían una gran relación y disfrutaban de su mutua compañía. Dickens le enseñaba a Mary sus obras antes que a nadie, como Los Papeles Póstumos del Club Pickwick u Oliver Twist

Mary se instaló con el matrimonio Dickens para ayudar a la crianza de los hijos, algo muy común en esa época. Nada hace sospechar que hubiera nada más que una gran relación familiar afectiva y de cariño. No creas las biografías que pululan por webs de mala muerte donde se la define como su amante. Una noche, volviendo del teatro, oyeron un grito en su habitación y encontraron a Mary desmayada. Falleció al día siguiente con tan sólo diecisiete años. Fue por muerte súbita, por insuficiencia cardíaca, probablemente por una fisura en la aorta, hereditaria e indetectable en esos tiempos. Años después, un hijo de Charles Dickens tuvo el mismo destino a los veinticinco años.

Dickens sufrió lo indecible con la muerte de Mary, llegando a guardar su ropa y a mantenerla limpia con el paso de los años, entre otras cosas. Se retrasó en las entregas de las obras mencionadas, e introdujo un personaje que suele estar presente en sus novelas desde entonces: la chica pura, buena hasta lo indecible, hermosa e incapaz de concebir o realizar la menor maldad o gesto de egoísmo. La primera fue Rose Maylie, en Oliver Twist, pero siguieron muchas otras en obras como Historia de Dos Ciudades o en Tiempos Difíciles. Como cuidadora de los hijos de la familia, la sustituyó otra hermana de Catherine, Georgina. 

LA MUERTE DE SU HIJA DORA

La fuerza de la palabra escrita puede llegar a ser inusitada. O la casualidad ser realmente terrible. Dora es el nombre del amor pasional de David Copperfield, con la que llega a casarse. Leyendo el libro, y notando lo simple e inútil que era la muchacha, di por sentado que Dickens la mataría de alguna manera. Otro destino no era viable en los libros por entregas de su tiempo. Descubrí en su biografía  que el autor decidió eliminarla sobre la marcha. 

Se da la circunstancia que mientras escribía David Copperfield, nació una nueva hija en su familia a la que llamaron precisamente Dora. La decisión de matar a la esposa de David Copperfield se produjo semanas antes de que su hija, un bebé, muriera de forma repentina en un solo día. Como si la decisión hubiera pasado del mundo de las ideas al real. Fue la única descendiente de los diez hijos que falleció siendo bebé. Si bien esto era poco para las estadísticas de su época, en nada ayudaban esos números para mitigar el dolor que supuso esta tragedia para la familia.

Cartel anunciador de una de las lecturas públicas de Dickens

EL DESAGRADABLE DIVORCIO DE SU MUJER 

Dickens decidió casarse con Catherine huyendo de un desengaño amoroso que no pasó de lo platónico con María Beadnell. Rechazado por su origen humilde y las pocas perspectivas de prosperar, el escritor pareció decidirse casi por la primera chica con la que tuvo opción. La continua llegada de hijos debilitó a Catherine física y emocionalmente. Esto hizo que Dickens se alejara de ella, sin ponerse demasiado en su lugar. A pesar de que el escritor tuvo bastantes problemas de salud, su energía era arrolladora. Podemos suponer que Catherine no podía seguir el ritmo intelectual y físico de su marido, toda una celebridad de la época. 

Para poder divorciarse en Inglaterra a partir de 1858, las razones que se podían esgrimir eran tan escandalosas que el sólo hecho de solicitarlo ya generaba un terremoto. A pesar de ello, Dickens llegó a un punto de no retorno, que le hizo hasta poner un muro entre él y su mujer en la cama. Tras un escándalo en el que llegaron acusaciones de incesto con su cuñada Georgina, que tuvo que sufrir la revisión de su virginidad con un médico, llegaron a un acuerdo. Catherine se mudó con una pensión vitalicia bastante generosa. Parece ser que a pesar de ello, siempre estuvo enamorada de su marido y sus hijos la tenían por una buena madre, que no mereció el repudio que sufrió. Si ves en animados videos de Youtube que fue ella la que pidió el divorcio, ya sabes que es mentira. 

NO PODER CONVIVIR CON SU AMADA ELLEN TERNAN

El mundo del espectáculo siempre atrajo tremendamente a Charles Dickens. De hecho, los nervios evitaron que se presentara a una prueba que pudo haber definido su destino de manera bien diferente. Con sus giras de lectura de extractos de sus obras, donde testigos hablaban de hasta qué punto gesticulaba y vivía lo que contaba, de algún modo pudo dedicarse a su verdadera pasión. Era inevitable que acabara conociendo a alguna chica que le interesara. Y esta chica fue Ellen Ternan, de 18 años de edad. 

Sin embargo, a pesar de la alegría con que se define a Ellen como amante de Dickens, no está nada claro que llegara a serlo. Estar divorciado no significaba poder hacer lo que se quería en la época victoriana. La madre de Ellen era la perenne dama de compañía de su hija. Ni siquiera pudo Dickens llevarse a Ellen a una gira por Norteamérica donde ya disfrutaba de un gran estrellato. Bajo ninguna excusa o concepto, y bien que lo intentó. Tampoco fue ella la responsable de que Dickens diera giras lectoras para ganar más dinero, que sin duda aceleraron su final. Cada vez tenía más ingresos debido a la mayor difusión de sus obras y las continuas reimpresiones. Si hizo esas giras, era porque le apasionaba el trato con un público que lo adoraba, la interpretación... De hecho, quienes lo acompañaban resaltan que, por mal que se encontrara antes de actuar, Dickens se recomponía milagrosamente antes de sus lecturas

Los rumores acerca de la relación con esta chica van desde hijos ilegítimos hasta la castidad. Ella nunca habló, a pesar de que contrajo matrimonio tras la muerte de Dickens y tuvo descendencia. No podemos juzgar el siglo XIX con los valores actuales, ni pretender entender las decisiones que tomaban personas que vivieron un mundo tan diferente. Si todo fue platónico, o mantuvieron una pasión encendida, sólo ellos tenían la respuesta.

Dickens socorriendo a los heridos del accidente de Staplehurst

EL ACCIDENTE DE TREN DE DICKENS: EL DESASTRE DE STAPLEHURST

La falta de libertad de movimientos de Dickens hizo que tuviera que viajar con Ellen en el mismo tren, pero con su madre. Iban en el vagón de primera clase, lo que probablemente les salvó la vida. El tren iba de Folkestone a Londres. Cuando se acercaban a un viaducto que cruzaba un río, la fatalidad actuó. Por unas obras, se retiraron dos raíles de las vías, apenas metro y medio. Un error en la consulta de los horarios hizo pensar al guardagujas que no pasaría ningún tren en ese tiempo. Cuando el maquinista vio el aviso, ya no hubo tiempo de evitar el desastre. Frenó, pero los vagones de primera clase acabaron en el río. Menos uno, el que ocupaba Dickens. Al ir enganchado a otro de segunda clase, quedó colgado encima del puente. Dickens, aunque magullado, pudo ir a socorrer a los muertos y heridos. 

Lo que Dickens vio en aquel accidente lo definió como algo de lo que nadie podía hacerse idea. Le quedaron muchas secuelas sicológicas: desde evitar coger trenes siempre que podía a la caída de su talento como escritor. Nuestro común amigo sufrió una apreciable caída en el ritmo de entregas de sus obras posteriormente al accidente. Por no hablar de ataques de pánico, teniendo entre sus temores que se hubiera hecho pública la relación con Ellen, ya que iban juntos en el tren. Sus hijos referían que no volvió a ser el mismo. De hecho, se dio la sorprendente casualidad de que el fallecimiento de Dickens se produjo justo el quinto aniversario de dicho accidente. Eso sí, en su casa y lejos de los trenes.

He querido ser honesta con este gran escritor, al que en titulares recientes no hacen más de acusarlo de ser muy -ista. Una verdadera pena que gente que ha cambiado el mundo, y para bien, se le intente sacar miserias desde la artificial superioridad moral que algunos se atribuyen porque ellos no son nada -istas. Mejor se dediquen a informarse, y profundizar sobre lo que escriben. Así al menos se podrían atribuir un -ista, el de periodista. Tras este artículo, traeré otro donde se demuestra de qué manera Charles Dickens hizo avanzar la sociedad de su tiempo. Algo por lo que merece un crédito que muy pocos le han dado.

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