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Terminator: Destino Oscuro. La Crítica (Sin Spoilers)

En 1984, James Cameron —quien venía de dirigir la olvidable Piraña II: Los Vampiros del Mar—sorprendía al mundo con The Terminator, una película considerada en 2008 por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos como «cultural, histórica y estéticamente significativa». Aquel gran éxito dio pie a una secuela algo tardía, con más medios y mejor aún que su predecesora y a una tercera entrega que parecía poner punto y final a la historia. Tras la incomprendida Terminator Salvation (2009) y la indescriptible Terminator Génesis (2015) llega Terminator: Destino Oscuro, una película que, a diferencia de sus inmediatas predecesoras, ha contado por fin con las bendiciones de Cameron, unas bendiciones que, mucho me temo, no han servido para imprimir calidad e interés a un film tan esperado.

Terminator: Destino Oscuro

Dirigida por Tim Miller (Deadpool, 2016), Terminator: Destino Oscuro retoma la historia de la saga justo tras los sucesos narrados en Terminator 2: El Juicio Final (1991). Tras una impresionante escena inicial ambientada en 1998, convincentemente realizada mediante CGI (quizás el más conseguido de toda la película), saltamos varias décadas en el futuro, concretamente a la capital mexicana. Allí es transportada desde el futuro Grace, una humana mejorada con tecnología cyborg, quien tiene como misión proteger a la única esperanza de la humanidad en su guerra futura contra las máquinas.

Este es, básicamente, el punto de partida de Terminator: Destino Oscuro, muy similar al de la segunda entrega. De hecho, la película, más que una continuación directa de T2, ignorando el resto de entregas, es una especie de remake encubierto de aquella ya que calca casi a la perfección el argumento del film de James Cameron. De nuevo, tenemos a la persona que hay que proteger para salvaguardar nuestro futuro, en esta ocasión una trabajadora de una factoría de automóviles en ciudad de México. También tenemos a su protectora, una especie de cyborg enviada por los rebeldes desde el futuro, interpretada convincentemente por Mackenzie Davis (Blade Runner 2049). Y, cómo no, a un implacable Terminator modelo Rev-9, al que da vida Gabriel Luna, empeñado en eliminar a Daniela Ramos (Natalia Reyes).

La película es una especie de remake encubierto de Terminator 2 pues calca casi a la perfección el argumento del film de James Cameron


No obstante, los personajes que de verdad sirven de gancho al espectador son Sarah Connor (Linda Hamilton) y el Terminator Carl (Arnold Schwarzenegger). Ambos personajes aparecen aquí para entregar el testigo de la saga a unos nuevos que, lamentablemente, carecen del carisma que aquellos desprendían en las dos primeras películas de la franquicia. Y aquí llegamos al primero de los grandes problemas de la película que, aunque bastante entretenida y espectacular, no aporta nada a lo que ya habíamos visto en otras producciones parecidas.

Terminator: Destino Oscuro

El personaje que interpreta la actriz colombiana Natalia Reyes adolece de una gran falta de carisma. La mujer que, en teoría, supone la última esperanza de la humanidad no es capaz de despertar en el espectador demasiado interés. Ensombrecida por personajes notablemente más interesantes, como la propia Grace, la humana con habilidades aumentadas del futuro, el papel de Reyes se ve reducido casi a servir de macguffin. Se trata, por tanto, de un personaje que sirve solo para hacer avanzar la trama, pero que carece totalmente de relevancia para la historia.

Lo que sí ha supuesto toda una sorpresa ha sido el trabajo que aquí realiza la actriz canadiense Mackenzie Davis. Con un aspecto casi andrógino, el personaje de Grace es equivalente al que interpretara Schwarzenegger en T2. En el film de Cameron, el Terminator T-800 establecía una especial conexión con el joven John Connor (Edward Furlong), casi la del padre que nunca tuvo ocasión de conocer. En la presente película, Grace intenta hacer de madre protectora de Dani por unas razones que, como el espectador intuye casi desde el inicio del film, van más allá de las que le exige su misión.

Terminator: Destino Oscuro

La aparición de Linda HamiltonArnold Schwarzenegger en la película era necesaria para que esta pareciera, efectivamente, una secuela directa de Terminator 2. No haber podido contar con ellos habría dado al traste con la película, y no porque sus papeles tengan demasiado peso en la historia —el papel de Arnold es muy, muy secundario—, sino porque no se hubiera distinguido en nada de las dos últimas entregas, algo que los responsables de esta producción han intentado evitar por todos los medios desde que empezó a rodarse.

Linda Hamilton hace lo que puede con su papel. Por momentos, parece estar interpretando casi una parodia de Sarah Connor, sobre todo en sus primeras escenas. El problema con su personaje es que es poco creíble. Desafortunadamente, la edad no perdona, y los ¿63? años de Hamilton pasan factura a la hora de creer que alguien de su edad pueda ser la heroína de acción que fuera en 1991. De hecho, más que ayudar a conectar más con la historia, la presencia de Hamilton te saca un poco de ella.

Linda Hamilton hace lo que puede con su papel. Por momentos, parece estar interpretando casi una parodia de Sarah Connor


El papel de Arnold Schwarzenegger no es mucho más convincente que el de Linda Hamilton. El popular actor interpreta aquí a un Terminator modelo T-800 que ha dejado atrás sus tiempos como exterminador. Sin entrar en spoilers, el giro de guion que han reservado a este personaje es verdaderamente desafortunado. La explicación de su cambio radical es, simplemente, risible y es incompatible con todo lo que habíamos visto hasta ahora en la saga. Se trata de un deus ex machina que el espectador ha de aceptar porque sí, y que, más que sorprender, da vergüenza ajena. A partir de ese momento, el papel de Carl en la historia, el nombre adoptado por el T-800, sirve poco menos que como punching ball del Terminator Rev-9.

Terminator: Destino Oscuro

La historia, como ya he dicho, es un remake/reboot encubierto de la franquicia Terminator. De ahí que la trama sea muy similar a T2 y que contenga elementos que ya habíamos visto en otras películas: el robot de metal líquido, aquí con alguna variación; las espectaculares persecuciones; los constantes guiños a las dos primeras películas... Incluso, se recicla algún que otro chiste con desigual resultado, como ese plano de Schwarzenegger dudando en ponerse sus gafas de sol.

El hecho de que sea una especie de reinicio de la saga no era impedimento para haber introducido nuevos elementos a la historia. Pero no ha sido así. El argumento de Terminator: Destino Oscuro es básico, muy previsible, incapaces director y guionistas de arriesgar ni un ápice y mostrarnos una historia diferente a lo ya visto en pantalla una y otra vez. Quienes abominaban de La Rebelión de las Máquinas, de Salvation y de Génesis —incluso de la muy recuperable serie Las Crónicas de Sarah Connor— ahora lo hacen de Dark Fate, aún con más virulencia. Algunos, incluso, apuestan por reivindicar cintas como la que protagonizaran Christian Bale y Sam Worthington, quizás de las que más arriesgó en su momento al mostrarnos una historia algo diferente.

El argumento de Terminator: Destino Oscuro es básico, muy previsible, incapaces director y guionistas de arriesgar ni un ápice y mostrarnos una historia diferente a lo ya visto en pantalla una y otra vez


Pero lo que más polémica está causando es la supuesta agenda política de esta película. ¿Hay un mensaje más o menos encubierto en la historia? No hace falta ser un lince para ver que el reparto es eminentemente femenino, con actrices ocupando los papeles protagonistas. Los guionistas se han subido al carro de lo políticamente correcto y han elegido como protagonista a una mujer mexicana con el objeto de deslizar en la historia mensajes relacionados con la inmigración, la destrucción del trabajo por las nuevas tecnologías o, simplemente, el empoderamiento femenino.

La literatura de ciencia ficción ha servido, en multitud de ocasiones, para poner de relieve problemas de la sociedad bajo una capa de fantasía. El cine no ha sido una excepción, y hay múltiples ejemplos de películas de ciencia ficción con un trasfondo social y político de gran calado que han sabido evidenciar los problemas de nuestra sociedad actual. Sin embargo, plantear en una película como Terminator: Destino Oscuro este tipo de problemas está totalmente fuera de lugar, sencillamente porque ni los guionistas ni el director tienen la suficiente capacidad para trasladar adecuadamente esos mensajes al espectador. Resulta, por lo tanto, ridículo e impostado presentarnos a una protagonista femenina cuyo papel no nos creemos, a unos personajes masculinos reducidos a caricaturas, y unas problemáticas de fondo que en nada benefician a la historia y que nada tienen que ver con ella. Y que conste que ello no significa que yo no sea consciente de la gravedad de esos problemas y la urgente necesidad de darles solución. Pero no creo que nadie vaya a ver una película de Terminator para que le hablen del muro de Trump, de la inmigración ilegal o del poder femenino; ahí es donde reside uno de los principales problemas de Destino Oscuro.

Terminator: Destino Oscuro

En cuanto al apartado técnico, Terminator: Destino Oscuro navega entre dos aguas, con escenas realmente impactantes —el rejuvenecimiento de los protagonistas originales es para quitarse el sombrero— mezcladas con algunas otras donde se nota la falta de dinero o de ganas de hacerlo bien. Una de las primeras escenas que te sacan totalmente de la película es aquella en la que los Terminators salen del agua disparando. ¡Vaya CGI más barato! Simplemente, el movimiento y el aspecto de los robots son de telefilm de los 90. Afortunadamente, no todos los efectos visuales de la cinta cantan tanto, aunque se nota que no han apostado por innovar en nada. Se echan de menos más efectos prácticos, más animatrónica, que hubiesen dado a la película un estilo visual más acorde a sus orígenes. Lamentablemente, el uso —y abuso— del CGI, han dado al traste con nuestras esperanzas de ver Terminators más convincentes.

En resumidas cuentas, Terminator: Destino Oscuro ha sido una especie de quiero y no puedo, un reinicio en falso más de una franquicia que parece estar condenada a parir entregas cada vez más decepcionantes. El debate de si la franquicia está agotada o no está ahí, y esta película solo ha servido para dar argumentos a los defensores de que sí lo está. No se trata de un largometraje aburrido, pero no llega a ser la película de Terminator que todos teníamos en mente y que tanto se habían encargado de publicitar a bombo y platillo tras el fiasco de Terminator: Génesis. Su final es lo suficientemente cerrado como para, si los dueños actuales de la franquicia quieren, que lo dudo, poner punto y final a una historia que debió finalizar en 1991, con Terminator 2, una de las mejores películas de acción y ciencia ficción de todos los tiempos.

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