MEGABANNER

SHAME, LA CRÍTICA

Tenemos una película que es digna sucesora de Drive. Se trata de Shame, dirigida por el realizador británico Steve McQueen (sí, no se ha tomado la molestia ni de elegir otro nombre artístico) y protagonizada por el pluriempleado Michael Fassbender. Y digo digna sucesora porque el film de McQueen sigue al pie de la letra las mismas convenciones que la película de
Nicolas Winding Refn, es decir, el mismo aire a película de arte y ensayo que ya vimos en Drive.

La película narra el día a día de Brandon Sullivan, interpretado por un Fassbender, eso sí, más inspirado y locuaz que Ryan Gosling en la película de Refn. McQueen nos retrata la cotidianidad de una persona que ha triunfado en su trabajo pero que arrastra en su vida privada una frustrante obsesión por el sexo que le obliga a mantener continuas relaciones esporádicas, visionar todo tipo de material pornográfico o masturbarse en cualquier momento y lugar. Eso es lo único que nos cuenta la película, nada más. No hay un guión que nos cuente una historia al uso, tan solo escenas inconexas de la vida de Brandon y de su profunda insatisfacción.

BRANDON (MICHAEL FASSBENDER) HIPNOTIZANDO A SU PRÓXIMA VÍCTIMA

La película, para pretender ser tan culta, cae en los clichés más burdos de este tipo de films. En primer lugar está la elección de Fassbender como protagonista. A pesar que el actor alemán cumple bien con su trabajo, con una convincente interpretación descarnada y cruda de un adicto al sexo, no encaja en el personaje de Brandon Sullivan. ¿Un tipo como Fassbender que necesita de prostitutas y pornografía para mantener a raya sus instintos? Lo siento, no me lo creo. ¿Por qué no ha elegido McQueen un actor menos atractivo, menos deseable para el sexo opuesto? Alguien así sí que tendría verdaderos problemas con sus adicciones.

Otro de los clichés que McQueen repite en su película es la manera tan increíble de cómo el protagonista es literalmente asaltado por las mujeres. Ya desde el inicio del film se nos presenta una situación de lo más irreal cuando una mujer prácticamente se derrite en un vagón de metro bajo la mirada subyugante de Brandon. Más bien me parecía estar ante un anuncio de colonia barata que ante un film supuestamente tan elevado. Este lugar común se repite varias veces a lo largo de la película, como cuando el protagonista pasea por la noche de Nueva York y una mujer para su coche y, sin conocerlo de nada, lo invita a subir. Esto resta bastante credibilidad a la historia aunque, claro, de estos detalles no dicen nada los críticos, rendidos ante la "maestría" de McQueen.


La elección de la actriz Carey Mulligan interpretando a Sissy, la hermana de Brandon, es otra de las desafortunadas coincidencias con la película Drive. Si en aquel film ya decíamos que se nos antojaba totalmente incapaz de motivar las acciones del protagonista, en Shame vuelve a interpretar a un ser frágil y con serios problemas de autoestima, que no hace sino convertirse en una carga para su hermano Brandon. Mulligan, elegida por el director seguramente por su aspecto de pájaro herido, convierte cada aparición suya en pantalla en un sufrimiento, especialmente la dichosa escena en la que interpreta la canción New York, New York en un interminable plano fijo de su rostro que, con otra actriz, hubiera resultado incluso estimulante.

La inclusión del personaje de Sissy parece  que añadirá el tema del incesto en el film, pero el director no se atreve ni siquiera a insinuarlo. Lo que podría haber sido la razón principal para tanta desesperación e insatisfacción de los protagonistas se desperdicia en favor de la ristra de obsesiones de Brandon y su hermana Sissy. La relación entre los hermanos se torna increíble en la escena del taxi, cuando Sissy se enrolla con el jefe de Brandon pero con su hermano al lado, una situación bastante irreal. Y para rematar la cuota de tópicos, como no, el protagonista es incapaz de mantener una relación con quien verdaderamente le atrae, una compañera de su trabajo. ¿Se pueden pedir más tópicos?

LA PELÍCULA ES INCAPAZ DE DESPERTAR NINGUNA EMOCIÓN EN EL ESPECTADOR

McQueen ha filmado una película llena de planos secuencia (el paseo de Brandon y su compañera de trabajo, su carrera nocturna), planos fijos (la canción de Sissy, la discusión en el sofá de los hermanos) y la iluminación nocturna de Nueva York, escenario de las pulsiones del protagonista. Sin embargo, unos cuantos planos virtuosos no pueden ocultar la absoluta falta de guión ni la moralina barata que el director británico pretende colarnos de rondón. De nuevo la crítica y público se rinden ante un producto fabricado para los festivales, eventos donde siempre viene bien mostrar algún que otro pene para merecer un premio. Películas como Shame hay cientos pero que retratan el tema de la compulsión mucho mejor que el film de McQueen. Sólo una sucesión de planos más o menos elegantes con música de Bach mezclada con Blondie no hacen una gran película, algo que, desgraciadamente, han olvidado los críticos y buena parte del público. 

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