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El Color que Cayó del Espacio (Color Out of Space, 2019). La Crítica

Publicado por primera vez en el número de septiembre de 1927 de la revista Amazing Stories, The Colour Out of Space tiene el honor de ser uno de los relatos de H. P. Lovecraft más adaptados al cine. La primera adaptación, El Monstruo del Terror (Die, Monster, Die!, 1965), protagonizada por el inquietante Boris Karloff. La segunda, Granja Maldita (The Curse, 1987), un entretenido y terrorífico producto ochentero con el joven Wil Wheaton (Star Trek: TNG, The Big Bang Theory) como protagonista. Existen dos adaptaciones más, una italiana de 2008 y otra alemana de 2010. 

El Color que Cayó del Cielo (Color Out of Space, 2019)

Richard Stanley, una especie de director maldito, vuelve a retomar su carrera en el cine mainstream —abandonada desde 1996—, para atreverse con una nueva adaptación del famoso relato de Lovecraft. Parece que el realizador sudafricano ha vuelto con fuerza, pues afirma tener planes para una trilogía basada en obras del escritor de Providence, entre ellas El Horror de Dunwich. ¿Estamos por fin ante la adaptación definitiva de uno de los mejores relatos de Lovecraft? Mucho me temo que no.

La acción de la película transcurre en los oscuros bosques que rodean Arkham, la ficticia población que sirviera como marco a muchos relatos del genio de Providence. La cinta tiene un comienzo prometedor, con la voz en off de Ward Phillips (Elliot Knight) sobre un fondo de inmensos árboles meciéndose por el viento. Allí, en una granja aislada, viven los Gardner: Nathan (Nicholas Cage), su mujer Theresa (Joely Richardson), y sus hijos Lavinia (Madeleine Arthur), Benny (Brendan Meyer) y Jack (Julian Hilliard). Una noche, un inesperado suceso pone fin a la bucólica existencia de los Gardner. Un meteorito impacta en las inmediaciones de la granja, con consecuencias trágicas para humanos, plantas y animales.

La película de Stanley, sin adaptar literalmente el cuento de Lovecraft, no se aparta demasiado de los hechos que en él se narran. Las increíbles repercusiones que las emanaciones del meteorito tienen en el medio ambiente de la zona que rodea la granja son consistentes con la expuesto por el escritor. Incluso los aterradores efectos de las miasmas alienígenas en los miembros de la familia Gardner. No obstante, el realizador pronto pierde el control de sus personajes, con decisiones y comportamientos cada vez más caóticos e irracionales.

El Color que Cayó del Cielo (Color Out of Space, 2019)

Si bien la alteración de las facultades mentales de los Gardner es palpable casi desde el impacto del meteorito, las decisiones que toman no son coherentes, incluso sumergidos en tal estado de locura. Sencillamente, la espiral de caos en la que cae la pobre familia no está bien contada. Más bien, parece que estamos ante una de esas películas de terror basadas en el cliché de las cuestionables decisiones de sus protagonistas. Por ejemplo, ¿por qué los Gardner no abandonan la granja a las primeras de cambio? ¿O por qué Lavinia no advierte a los demás que el agua del pozo no es potable? ¿Por qué van todos tan por libre en una situación así?

Y ya que hablamos de decisiones cuestionables, la de los personajes. ¿Por qué la hija es una bruja, una Wiccan? ¿Solamente para enseñarnos que en su habitación tiene un ejemplar del apócrifo libro Necronomicon? ¿Por qué Benny, el hijo mayor, aparece y desaparece tan a menudo y sin explicación? ¿Y por qué nadie presta atención al pequeño Jack, hipnotizado por la influencia del pozo? Tampoco tiene mucho sentido qué aporta a la trama el personaje de Ezra (Tommy Chong), una especie de ermitaño tecnológico que vive cerca de la casa. En suma, son factores que sacan al espectador de la película, cuando la fuerza del relato de Lovecraft es que precisamente nos sintamos plenamente absorbidos por él.

¿Realiza Richard Stanley un homenaje a las películas de terror de los 80 y los 90, o simplemente es un realizador desfasado? Stanley, cuyo último trabajo no acreditado —fue despedido y sustituido por John Frankenheimer— fue La Isla del Dr. Moreau (1996), protagonizada por un excéntrico Marlon Brando, mezcla sin rubor elementos del subgénero body horror con modernos efectos CGI. Eso provoca que no sepamos muy bien qué estamos viendo, si un rendido homenaje a cintas como La Cosa (1982) o Videodrome (1983) o una película barata de la factoría The Asylum.

El Color que Cayó del Cielo (Color Out of Space, 2019)

Como colofón a este tsunami de malas decisiones está el casting de Nicholas Cage. Lejos ya de sus años dorados, el actor californiano parece haberse especializado en papeles histriónicos y en interpretaciones pasadas de rosca. Aunque al principio de la película parece razonablemente comedido, no tardamos mucho en asistir a sus habituales performances, plagadas de sobreactuaciones y gesticulaciones absurdas. En otro tipo de película quizás aporten algo, pero en esta no solo no añaden nada positivo a la historia, sino que sacan al espectador de la misma.

La atmósfera de horror que transmite el relato de H. P. Lovecraft no llega a alcanzarse casi en ningún momento del film. Los mejores instantes pertenecen al primer tercio de la película, previos a la locura que se desata tras la caída del extraño meteorito. Ni siquiera se explotan suficientemente los cambios que se suceden en la naturaleza, apenas unas flores o algún insecto. Lo más remarcable es, quizás, las criaturas realizadas con efectos especiales prácticos, ensombrecidas, sin embargo, por una fotografía demasiado oscura que apenas deja ver nada. 

Tras un par de películas de culto estrenada en los 90, Richard Stanley parece querer resurgir de sus cenizas como director. Sus trabajos fuera de los circuitos más comerciales han oscilado entre documentales sobre el vudú y la búsqueda del Santo Grial por los nazis y diversos proyectos basados en escritores como J. B. Ballard o Clark Ashton Smith (este último perteneciente al denominado Círculo de Lovecraft). Esta trayectoria en trabajos menores quizás haya sido el factor decisivo para elegirlo como realizador de una nueva versión de El Color que Cayó del Espacio, una elección, a mi entender, que habría dado mejores frutos en otras manos.

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