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La Guerra del Planeta de los Simios. La Crítica (Sin Spoilers)

Muy pocos reboots y remakes han alcanzado la calidad cinematográfica, el interés y la originalidad de una saga como El Planeta de los Simios. Iniciada en 2011 con El Origen del Planeta de los Simios, esta precuela de los films originales en forma de trilogía ha logrado no solamente recoger la esencia y la imaginería de aquellas películas, sino darles un barniz actualizado a los nuevos tiempos sin sacrificar un ápice de interés y espectacularidad. La Guerra del Planeta de los Simios, dirigida por Matt Reeves (la gran esperanza blanca de la saga del Hombre Murciélago) y escrita por Mark Bomback (Lobezno Inmortal) y el propio Reeves, pone supuestamente punto final a la nueva trilogía en uno de esos raros casos en los que el espectador queda con ganas de más, mucho más.

La Guerra del Planeta de los Simios

Dos años han transcurrido desde que sucedieran los hechos narrados en El Amanecer del Planeta de los Simios (2014). La guerra entre humanos y simios se ha recrudecido a pesar de los esfuerzos de César (Andy Serkis) por sellar la paz con el Coronel, interpretado por un Woody Harrelson más inspirado que nunca en su papel de militar demente y mesiánico al más puro estilo Apocalisis Now. Tras un terrible acto de guerra por parte del Coronel en persona, César decide emprender, acompañado de un puñado de fieles simios, un viaje en busca de venganza al mismo cuartel general del ejército humano. 

Planteado como una especie de western, el film de Reeves y Bomback nos presenta el viaje de César a las profundidades de su propia alma, acosada por el recuerdo de su antaño amigo, y más tarde feroz enemigo, Koba (Toby Kebbell). En este viaje en busca de venganza, César y su reducido grupo recogerán a una niña muda, afectada por el virus mutado de la gripe simia, quien pronto logrará alcanzar el corazón de sus salvadores. La pequeña, bautizada por el orangután Maurice (Karin Konoval) como Nova, es uno de los más claros guiños a las películas originales, sobre todo a las dos primeras. Tanto en el film de 1968 como en la secuela, Regreso al Planeta de los SimiosLinda Harrison interpretaba a Nova, la chica muda que acompañaba a los personaje de Charlton Heston y James Franciscus

Nova (Amiah Miller) y Maurice (Karin Konoval)

El nombre de la niña no es el único guiño a los films originales. El nombre del orangután de Borneo consejero de César, Maurice, es todo un homenaje al actor Maurice Evans, quien daba vida al Dr. Zaius en los films originales. Cornelius, el hijo de César, es otra alusión directa a las películas de la saga original, una clara referencia al personaje que Roddy McDowall interpretó en El Planeta de los Simios y Huida del Planeta de los Simios (1973). Y qué decir del Alfa y el Omega, símbolos del ejército del Coronel y también de la infame bomba del juicio final de Regreso al Planeta de los Simios (1970).

Más que una película bélica, lo que Matt Reeves y el guionista Mark Bomback han querido ofrecer al espectador es un retrato certero de cómo puede ser el final de la vida humana en la Tierra: una lucha fratricida en la que no puede haber ningún ganador, sea a base de bombas, virus mutados o debido al rechazo del evidente cambio climático. Tan solo con dos escenas bélicas, la del inicio y la final, la película de Reeves prefiere centrarse en como los personajes afrontan tan extremas circunstancias que en las circunstancias en sí. Desde las dudas de César acerca de la venganza hasta la traición de los de su misma especie, a las órdenes muchos de ellos del Coronel, la película abarca muchos y variados temas que dejan un poso de reflexión que perdura mucho tiempo después de encenderse las luces de la sala de proyección.

El Coronel (Woody Harrelson)

Al retrato psicológico de los protagonistas se suma el excepcional trabajo del departamento de efectos digitales, que ha logrado alcanzar unas cotas de realismo en la animación de los simios como nunca habíamos visto. Casi en ningún instante los monos animados de la compañía Weta Digital nos sacan de la historia debido a algún gesto o movimiento poco natural. Son realmente simios, interactuando y actuando casi como humanos, con miradas y gesticulaciones que, en algunos casos como el César de Andy Serkis, merecerían un Óscar de la Academia por su genial interpretación. 

A una bella fotografía y unos impresionantes escenarios naturales filmados en Toronto y Vancouver hay que añadir la tremenda banda sonora de Michael Giacchino, con claros ecos a la música casi experimental que compusiera el maestro Jerry Goldsmith allá por 1968 para el primer film de la saga. Poco hay que reprochar al equipo de Reeves en lo referente al apartado técnico, esta vez al servicio de la historia y los protagonistas, y no al revés, como suele suceder en este tipo de blockbusters.

Simio Malo (Steve Zahn)

Con ecos a películas como Los Diez Mandamientos (1956) (que también protagonizara Charlton Heston, por cierto) finaliza una saga que ha sabido respetar el original, ampliando el universo de El Planeta de los Simios hasta unos límites que bien merecen una o dos películas más. A la espera de cómo funcione en la taquilla USA y con unas críticas mayormente positivas, La Guerra del Planeta de los Simios acaba, sin embargo, dejando algunos cabos sueltos que podrían retomarse en una cuarta entrega. Enigmas como los mutantes humanos de la saga original, la evolución de los simios como nueva especie dominante del planeta hasta llegar a ser lo que vimos en el film de Franklin J. Schaffner o el definitivo marco temporal de aquellos films son solamente algunas de las preguntas hasta ahora sin respuesta que podrían ser contestadas si la 20th Century Fox da carta blanca a una nueva secuela.

En definitiva, La Guerra del Planeta de los Simios es una dura película bélica, en la que las emociones y los vaivenes del destino de los protagonistas importan más al espectador que la propia representación del conflicto. Acertadamente aliviada la tensión dramática con unas pinceladas de humor gracias al gran personaje de Simio Malo (Steve Zahn), la película de Reeves da en la diana al involucrarnos en el destino de unos seres, humanos y monos, más parecidos a nosotros mismos en su conflicto de los que nos gustaría admitir. En conclusión, un blockbuster con tripas y corazón que no dejará a nadie indiferente, lo que ya es mucho decir en estos tiempos, en los que la vacuidad y trivialidad asolan este tipo de superproducciones.

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