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ESTRENOS DE VIDEOCLUB: LA INVENCION DE HUGO, DE MARTIN SCORSESE. LA CRITICA

Ben Kingsley, actor que interpreta al propietario de una tienda de juguetes en esta película, agradece a Hugo (Asa Butterfield) en una de las escenas finales su determinación a la hora de perseguir sus sueños y cómo esa valentía ha conseguido arreglar el juguete roto en el que él mismo se había convertido. En otra escena, mientras contemplan el paisaje de París a través del
mecanismo del reloj de una estación de tren, Hugo explica a Isabelle (Chloë Grace Moretz) su visión determinista del mundo, en la que las personas somos piezas de una máquina mayor y tenemos una función propia reservada en ella. Son discursos que quedan implícitos en la propia historia y en la forma de actuar de los personajes, aunque últimamente parece una tendencia en el cine comercial actual el que cada actor tenga que recitar sus motivaciones antes de que se disponga a emprender alguna acción.

Hugo es un niño huérfano que vive en una estación de Paris donde mantiene sus relojes en hora. Allí, sobrevive cogiendo comida de los puestos durante los descuidos de los tenderos mientras roba piezas de relojería con la que pretende reparar un autómata en el que trabajaba su padre (Jude Law) antes de morir. La vida de este niño se cruza con la del dueño de una tienda de juguetes mecánicos (Ben Kingsley), dos personajes que se encuentran conectados sin saberlo y cuyas vidas terminaran cambiando para siempre.

HUGO (ASA BUTTERFIELD) MANTIENE EN HORA LOS RELOJES DE LA ESTACIÓN DE  TREN.

Martin Scorsese nos presenta una película con aire de cuento, detalladamente ambientada en un idealizado Paris de los años 30, y  con un cierto toque steampunk, lleno de engranajes y mecanismos de precisión como parte del decorado en muchos momentos de la cinta. Un film con un aspecto visual impresionante, muy disfrutable en blu-ray, y que merece todos y cada uno de los oscars en apartados técnicos que obtuvo en la pasada edición (mejor dirección artística, mejor fotografía y mejor sonido, entre otros).

Aparte de Hugo, el propietario de la tienda de juguetes y su hija adoptiva, por la película desfila toda una serie de secundarios, trabajadores de la estación de tren, protagonistas de pequeñas historias entre cotidianas y mágicas, un poco al estilo Amelie. Situaciones que refuerzan la imagen de fábula que parece que el autor del libro en el que se basa, Brian Selznick, ha querido imprimir al relato, aunque en el fondo no terminen aportando demasiado a su esencia. Tenemos al inspector de la estación (Sacha Baron Cohen), que desempeña el papel de antagonista de nuestro niño huérfano, enamorado de la florista (Emily Mortimer), además de la señora Emilie (Frances de la Tour), clienta del café, que flirtea cada mañana con el panadero.

EL INSPECTOR DE LA ESTACIÓN (SACHA BARON COHEN) PERSIGUE INCANSABLEMENTE A HUGO

La propuesta es quizás algo engañosa, en el sentido de que realmente no es una película para niños. Se trata en realidad de un drama para adultos, aunque es verdad que posee una estructura de película de aventuras que podría ser disfrutada por preadolescentes entre diez y doce años. El verdadero tema de “La Invención de Hugo” es el origen del cine, el origen de los sueños en definitiva, explorado a través de la figura de George Melies, uno de los primeros cineastas reconocidos, si bien su figura no ha sido objeto de homenaje con anterioridad, lo que dota de gran originalidad a la película. Un personaje histórico del que se dan muchos datos, todos reales, que forman parte de la búsqueda de Hugo por descifrar el mensaje que esconde el autómata heredado.

Las nominaciones a los oscars en categorías artísticas también son comprensibles (mejor película, mejor director o mejor guión adaptado) pero también lo es que no los haya ganado finalmente. Martin Scorsese ha firmado una auténtica declaración de amor hacia el cine nada encubierta, un tipo de historia que no es de extrañar que resulte del agrado de los profesionales del cine, mas como comenté al principio, el guión es demasiado explicativo, insertando en muchos diálogos cada idea, cada metáfora presente. Le sobra un poco de cerebro, en definitiva, y le falta algo de sentimiento, que no es lo mismo que sentimentalismo.

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