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SCANDAL, EPISODIO 1X01. LA CRITICA

Shonda Rhimes es una guionista, realizadora y productora televisiva estadounidense, conocida sobre todo por ser la creadora de series como Anatomía de Grey o su spin off, Private Practice. Scandal es el nuevo producto de la factoría Rhimes, una serie de la ABC de la que es guionista y productora, algo que el show transpira por todos los poros. Nunca me ha
gustado Anatomía de Grey. Siempre he visto ese show como una especie de folletín o telenovela sudamericana con el envoltorio de una serie sobre médicos. Scandal, alejada del mundo de la medicina, de los doctores y las enfermeras, es, sin embargo, una serie muy parecida a Anatomía de Grey, parecida en lo bueno y, sobre todo, en lo malo.

Olivia Pope (Kerry Washington) es una prestigiosa abogada que, tras años de trabajar como asesora de relaciones públicas para la Casa Blanca, decide emprender el vuelo en solitario, creando una especie de bufete sui generis dedicado a solventar los problemas legales de las personalidades más importantes de Washington. Su heterogéneo equipo está compuesto por los personajes básicos en toda serie de Shonda Rhimes que se precie: el tipo mujeriego que quiere sentar la cabeza y casarse, interpretado por el siempre eficaz Henry Ian Cusick (Perdidos, Fringe); la joven investigadora secretamente enamorada de este último; el outsider con sórdidas conexiones con la CIA; un Presidente de los EE.UU. infiel y embustero; la típica abogada novata de buen corazón... Por cierto, es curioso ver como Pope, que se las da de infalible a la hora de saber si alguien miente solo con mirarle a los ojos, se las da con queso hasta el más transparente de los personajes, como el Presidente (Tony Goldwyn) que se ve a la legua que es un mujeriego, mientras que no es capaz de ver la verdad en los ojos de la desgraciada becaria de turno en la Casa Blanca.

LOS PERSONAJES AGOTAN TODOS LOS CLICHÉS DE ESTE TIPO DE SERIES

La serie ha sido renovada una segunda temporada, algo lógico, pues es el mismo producto que Anatomía de Grey disfrazado de procedimental. El capítulo cuenta con todos los clichés habidos y por haber en una serie de estas características, con el agravante de tener a una guionista tan sobrevalorada como es Shonda Rhimes, a la que la revista Time, en un alarde de corrección política insufrible y falta de visión de lo verdaderamente importante, incluyó entre las 100 personas más influyentes del mundo. 

Me hace gracia ver como la serie ha sido calificada como thriller político cuando en realidad es un drama amoroso. A ver, ¿qué os parece si en una serie vemos un tipo arrodillarse ante su prometida en un restaurante atestado de gente que aplaude? ¿Desde cuando una jefa le trae anillos de compromiso a un empleado para que escoja el que quiere regalarle a su novia? ¿Thriller político? Para mi un thriller político podría ser, por ejemplo, la sobresaliente Homeland o El Ala Oeste de la Casa Blanca. Algunas críticos norteamericanos inciden en que la serie, tras el visionado de los siete episodios de los que consta su primera temporada, no conduce a ningún lado y que no se tiene muy claro qué demonios hace el grupo de Pope en realidad.

LA TRAMA CON EL PRESIDENTE ES LO MÁS INCREÍBLE Y RAMPLÓN DE TODO

Y, ¿qué decir del tratamiento que Rhimes le da al asunto de la homosexualidad del personaje que Pope debe librar de una acusación de asesinato? Rhimes usa la ocultación de la condición sexual del cliente de Pope como excusa para arremeter contra la doble moral americana pero, en vez de hacerlo de una manera sutil e inteligente, entra como un elefante en una cacharrería y lo que nos cuenta es todo un panfleto políticamente correcto, dudosamente creíble (¿tenemos que creernos que el tipo está enamorado y no es un  ligue de bar de ambiente?) y con el que pretende hacer una apología del triunfo del amor sobre todas las cosas (¿hay que tragarse también que al tío no lo van a echar del ejército y que podrá seguir con su carrera política?). No apto para diabéticos.

Scandal es una serie, como ya he dicho, repleta con los clichés más manidos e irreales que plagan las series de esta oronda señora (con todo mi respeto hacia su obesidad). Señora Rhimes, ya estamos bastante cansados de treinteañeras que parecen tener la experiencia de siglos de vida (la increíble carrera de Olivia Pope, de amante del Presidente y bien enchufada en la Casa Blanca a abogada de los más ricos e influyentes). También nos hastían hasta la desesperación la visión que tiene de los hombres, meros alfeñiques manejados por "mujeres dudosas" que sólo piensan en bailarinas de striptease, sin un atisbo de inteligencia y nula capacidad de compromiso. Si a esto le sumamos el concepto romántico y trasnochado del matrimonio como una meta en sí, el empalagoso tono feminazi pero a la vez tremendamente retrógrado que impregna la serie y todas las inconsistencias y banalidades del guión, tenemos una serie que solo puede estar destinada a un público muy concreto que, harto de ver como las batas blancas caen al suelo junto a los sujetadores, ansían un cambio de escenario, que no de tramas ni de historias.


En definitiva, no os recomiendo Scandal si lo que buscáis es una buena serie de intrigas políticas mezcladas con tramas de abogados. Rhimes ha querido ofrecernos un remix con ingredientes tan extraños como abogados, investigadores, los turbios asuntos de faldas del Presidente y la concepción que la Sra. Rhimes tiene de las relaciones sentimentales humanas, o sea un verdadero despropósito. En cambio, si sois adictos a los culebrones, a los procedimentales facilones facilones y os gusta pasaros las horas comiendo kilos de helado de chocolate delante del televisor y esperando a vuestro idealizad@ príncipe/princesa azul, sin duda Scandal es vuestra serie.

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