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ESTRENOS DE VIDEOCLUB: ACERO PURO, DE SHAWN LEVY. LA CRITICA

Ha sucedido un fallo en Matrix, un deja vù. Esta película ya la he visto, concretamente hace unos veinticinco años. Su título original era “Over The Top” y la alquilé en VHS con el creativo título en castellano de “Yo el Halcon”. En aquella época, Sylvester Stallone era lo más. Aquí interpreta (es un decir) a un camionero que además participa en competiciones de pulsos. Un día,
su muy enferma esposa de la que se separó tiempo atrás, le pide que vaya a recoger a su hijo a la academia militar donde estudia para que puedan pasar algún tiempo juntos. El niño es un pijo bastante repelente, que obviamente no lleva muy bien el haber sido abandonado por su padre. Por ahí anda también el abuelo del chiquillo, que no está para nada de acuerdo en este acercamiento fraternal y no duda en intentar apartar a Stallone del camino de su nieto, incluso ofreciéndole dinero. Pasaban más cosas, pero tampoco es plan de copiar aquí la wikipedia y, además, no es el caso. Baste decir que al final, padre e hijo se reconcilian y, de paso, Stallone termina ganando una competición nacional de pulsos tela de importante que le sirve para conseguir la admiración de su hijo y, de camino, la de su suegro. Vale, pues cambiad al personaje del abuelo por el de la cuñada y la competición de pulsos por combates de boxeo con robots y ya tenéis “Real Steel”. Ganamos algo, eso sí, con el canalla de buen corazón de Hugh Jackman frente al brutote hipertrofiado de Stallone.

ATOM VS. ZEUS... FIGHT!
La película dicen que está basada en un cuento del gran Richard Matheson (Soy Leyenda), pero que nadie se lleve a engaño, el elemento de ciencia ficción del argumento es sólo cosmético, esto es cine familiar. Hay una secuencia en la que Charlie Kenton (Hugh Jackman) y su hijo Max (Dakota Goyo) buscan piezas mecánicas furtivamente en una chatarrería y el primero le cuenta cómo el deporte del boxeo evolucionó hacia esos combates robóticos. Es el único intento que se hace en las dos horas de película para dotar de un poquito de profundidad y justificación al espectáculo. De hecho, aunque se nos dice que el año en curso es el 2020, salvo por los robots, podría estar perfectamente ambientada en la actualidad.

MAX, EL NIÑO REPELENTE

Al igual que su predecesor, Max es un poco cargante. Sorprende que, desenvolviéndose en ambientes clandestinos la mayor parte del metraje, aparte de que no saliera ningún trabajador social que salvara a ese menor de su imprudente padre, que nadie le haya cruzado la cara al mozo. Confieso que yo lo hubiera hecho en un par de ocasiones. Aún así, el niño se las arregla para hacer increíbles mejoras en un robot que encuentran tirado en un desguace cual Anakin Skywalker (debió aprender mecánica haciendo un curso CCC), al que llama Atom y ganar algún combate. Aprovechando la súbita popularidad del robot, Max desafía al supercampeón Zeus, propiedad de unos villanos chinos de opereta. Y ya tenemos organizado el combate final, copiado también, del primer Rocky en este caso, que sirve para que todos consigan resolver sus conflictos emocionales, ya sabéis, redención, reconocimiento, reconciliación y todo lo demás.

QUÉ CHICA TAN GUAPA Y QUÉ MECÁNICA TAN POCO CREÍBLE

Ah, y también está Evangeline Lilly que sale muy guapa con el pelo recogido y la cara manchada de grasa (como si siguiera en la isla de Perdidos), como también está preciosa tomando el sol encima del gimnasio que heredó de su padre. En los pocos momentos en los que sale en pantalla, le pone ojitos a Hugh, y me da a mí que han metido a su personaje en el guión para que el protagonista tenga a alguien a quien besar al final de la película. Que pena que está chica que nos encandilaba en “Lost” haya terminado de florero.
Veréis, no es que la película sea un bodrio, supongo que contentará un sector considerable de público que no busque grandes complicaciones en sus ratos de ocio. Pero es que coger una historia de Matheson para hacer esto, en fin, me quedo sin palabras.

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